miércoles, 30 de agosto de 2017

Necesito mimarme

    Lo necesito más que nunca, ese es mi pensamiento. Voy al centro de la ciudad.
Hace mucho tiempo que no me mimo, me apetece la idea de dedicar este par de horas en mí.
    Llevo la dirección apuntada en un papel, voy algo nerviosa, pero quiero hacerlo. Rosa es la que me ha insistido para que lo haga, pues la vida sólo se vive una vez y el cuerpo lo necesita. Me quedo con esta ultima reflexión. Yo soy una mujer de cuarenta y pocos que tengo olvidados los placeres de la vida y las necesidades corporales.
    Llego puntual a mi cita, me recibe Juan, no lo recordaba tan alto ni tan guapo, me pide que lo acompañe. mi excitación aumenta. Entramos en en la habitación iluminada por dos velas, su aroma a aceite silvestre me cautiva, sonidos que me recuerdan a la selva suenan de fondo.
     -    Por favor Lidia, quítate la ropa, y túmbate boca a abajo.
Llevo puesto un vestido floreado y cruzado, con un pequeño cinturón beige igual que el bolso. Me pregunto: ¿quitarse la ropa es quitárselo todo? Dudo si quitarme el sujetador rojo, a juego con el tanga. Finalmente como me tengo que tumbar boca abajo, decido desprenderme de él.
    Juan, es amigo de Rosa, ella me explico que es un autentico profesional dando masajes, a pesar de su juventud, unos treinta años, tiene más de diez de experiencia. Desde hace poco más de un año trabaja en su casa, donde ha preparado una habitación para atender a sus clientes.
    Llama dulcemente en la puerta con dos toques suaves al mismo tiempo que entra en la exótica habitación.
    Juan va con un pantalón blanco de enfermero, y una camiseta negra ceñida a su escultural cuerpo.
    
    - ¿Lidia, tienes frío?
    - No, para nada, estoy bien, algo nerviosa. Nunca me hice un masaje.
    - Pues relájate y déjame hacer. 
    
    Sus palabras me llegan al alma, me estremezco justo en el momento que sus manos se posan en mi espalda. Manos calientes de haberlas frotado, se deslizan suavemente acompañadas por el aceite,  poco a poco presionan y recorren toda mi espalda. noto su fuerza al recorrer todos y cada uno de mis músculos, de mis vertebras.
    La presión  acompañada de delicadas caricias y el roce de su cuerpo en el mío, hacen que mis pensamientos se vuelvan de lo más caliente. 
    Noto como me humedezco, mis pezones se clavan en la camilla. el silencio es total, y mis pensamientos son de deseo.
    Sus manos en mis lumbares continúan levemente el camino a mis glúteos, que acaricia levente, baja un poco mi tanga de encaje (escogido para la ocasión) para poder dedicarse delicadamente a mi culo respingon. Posa sus dedos muy sutilmente en mis caderas, me lo imagino embistiéndome contra la pared. Me recorre lentamente, su saber hacer me excita. Cada nueva caricia es un nuevo sentir, es más deseo de sentir su cuerpo en el mio. El masaje sigue, ahora son los músculos de mis piernas los agraciados. primero una y luego la otra, las recorre de arriba abajo, acaba en la planta del píe , pero se entretiene en la parte baja de mis glúteos. Sus manos rozan mi parte sexual cómo el que no quiere la cosa, es sutil, llega a mi entrepierna llenándome de deseo, cada vez mi excitación es mayor. me estremezco y me muevo cuando sus manos vuelven a rozar los labios de mi sexo. Va y viene, noto la humedad en mi vagina, mi cuerpo se excita a cada uno de sus movimientos. Su cuerpo esta rozando al mio a la altura de mi trasero, se frota al rito del movimiento de de sus brazos. Estoy totalmente entregada a él.
    
    - Lidia gírate por favor, vamos a la parte delantera.

    Uffff. mi excitación es total, mientras me giro, mis pezones muestran lo mejor de mis pequeños pechos. Totalmente erizados dejan al descubierto mi excitación. Pienso que la poca luz habrá imposibilitado que Juan se percate de mis pezones completamente de punta. Me tubo y cierro los ojos.

    Me cubre la parte de abajo con una toalla, sus manos empiezan el recorrido por los hombros, su cuerpo esta tocando mi cabeza, noto su pierna contra mí. De repente se dedica a acariciarme el contorno de mis pechos, se entretiene entre los costados de mi cuerpo y contornear mis pechos delicadamente. Mis pezones van a explotar de tanta excitación. Me muevo delicadamente al ritmo de sus manos, roza mis pezones, abro los ojos para ver a Juan en la sala poco iluminada. Nota que lo miro y me sonríe, se me escapa un gemido dulce, creo que mi excitación me traiciona y voy a tener un orgasmo con la melodía de la selva y las caricias de Juan. No puedo contenerme, silenciosamente me estremezco y mi cuerpo se llena del placer de mi orgasmo... sus manos no cesan de mimar mis pechos, mis pezones notan sus dedos que van y vienen. su mano derecha acaricia mi barriga que lentamente baja a la zona prohibida. Llena de placer por el orgasmo y sus dedos intentado acercarse a mi sexo vuelvo a suspirar entre gemidos, Juan lo nota. Sus dos manos bajan al centro de mi cuerpo, una en la barriga y la otra se cuela por debajo de la toalla, cada vez sus dedos son más delicados. 

    Retira la toalla, un escalofrío recorre mi cuerpo, sus manos se centran en mis piernas. presiona a mis músculos, de nuevo lo alterna con caricias. Me esta volviendo loca, respiro profundamente, suspiro, vuelvo a gemir, todo en el máximo silencio que me permite mi excitación.

    - ¿Lidia puedo retirarte el tanga? 
    El silencio es mi respuesta, estoy teniendo otro orgasmo en ese justo momento estremeciéndome al ritmo que muevo mis dos piernas.
    - Lidia me gustaría poder seguir el masaje en tu zona intima, ¿puedo retirar tu tanga?

    Si, en voz baja y tímidamente vuelvo a repetir, si por favor.

    Delicadamente abro mis piernas para permitirle que retire mi tanga, seguramente húmedo, y pueda llevarme al paraíso. Su calma, su silencio y el movimiento de sus dedos que mueve como plumas consiguen que mis piernas se separen todo lo posible para facilitar sus placenteros movimientos que consiguen humedecer completamente los labios de mi sexo. Los repasa de arriba a abajo con las yemas de los dedos. Hace un intento para introducirlos, y consigue un nuevo escalofrío que lo acompaño con un nuevo gemido. 

    Mis manos buscan acariciar su trasero, glúteos fuertes que me excitan todavía más. separa sus manos de mi cuerpo para desabrochar su pantalón y dejarlo caer al suelo. Mis manos corren a buscar la parte delantera de Juan, casi erguida, al tocarla con mi mano su erección es automática. la acaricio lentamente mientras sus manos vuelven a mi cuerpo, recorre mis pezones con una mano mientras la otra se centra en los labios de mi depiladisimo coño. 

    - Lidia déjame acabar el masaje, quiero que te corras para mi, dame tu orgasmo por favor.

    Juan no sabe que mi cuerpo ha experimentado tres orgasmos durante el masaje, pero aún así le respondo:

    - Si, me entrego a tu saber hacer, dame más placer.

    Cierro los ojos, dejo de acariciar su enorme pene y mi cuerpo vuelve al paraíso de la mano de Juan. Dos de sus delicados dedos los introduce en mi vagina lentamente después de entretenerlos dulcemente en mi clítoris. Sus dedos en mi interior cambian de ritmo, se mueven siguiendo  mis gemidos y suspiros. Estoy al borde del orgasmo, excitadisima por poder compartirlo con Juan, sigo moviéndome para entregarle el nuevo orgasmo que lo culmino pronunciando su nombre.

     Extasiada e inmóvil durante unos segundos, Juan coge mi mano y la pone en su pene todavía erecto. Lo acaricio,  recorro sus genitales delicadamente acaparada por tanto placer que sigue en mi. 
    Me giro levemente en la camilla para ver tan preciado tesoro, mi mano acerca su pene a mi boca. Ahora soy yo la que va a dar a juan el placer que se merece, sus manos acompañan a mi cabeza para marcar el ritmo de su orgasmo que tarda bien poco en llegar... se corre en mi boca, lo saboreo, lo relamo y  gracias a mi excitación me lo trago sin pensar. Mis boca colapsada por su riquísima verga y mis manos que acercan su culo hacía a mí. 

    Retiro su verga erguida y me vuelvo a tumbar de nuevo en la camilla y le pido a Juan.

    - Por favor Juan, dame 5 minutos de silencio.
    - Si claro, estaré fuera esperando.

    Mi cuerpo sigue flotando mientras saboreo todavía en mi boca el preciado semen de mi nuevo masajista.

    Ahora mi pensamiento es para mi amiga Rosa. ¿Habrá probado ella tan rico manjar?

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