Mi sueño en verano
Era un día de mucho calor, un día de verano, pero yo estaba tan ilusionada
y nerviosa que me encantaba la sensación de mi cuerpo al sudar. No sé bien si
era por el calor o por los nervios.
Nací en Rusia, en la ciudad de Norilsk, a 2900 km de Moscú en plena
Siberia, hace ya casi 40 años. Vine a España a las montañas del Pirineo aragonés
hace escasos 3 años, donde prácticamente no me moví de sus alrededores.
Siempre quería que llegase este momento, lo deseaba desde mi fría infancia
en mis montañas de Siberia. Había visto documentales, películas y muchas
fotografías, pero toda una vida detrás de mi sueño.
Cerraba los ojos y me imaginaba llena de él, pensaba que sería
mágico y así lo viviría mi cuerpo.
Había noches que me dormía pensando en su latir, me imaginaba como me
acariciaría mi piel cubriéndome de abajo a arriba. Como me dormiría contemplando
su belleza, observando como el sol me iluminaría al final del día.
Y sí, todo ello lo iba a vivir de un momento a otro.
Le pedí a mi amiga Ruth que me avisase antes de llegar, en ese instante, quería que me tapase los ojos
con un pañuelo que traía para la ocasión.
Una vez llegamos, me ayudó a bajar del coche y me encaminé al sueño de mi
vida. Con los ojos tapados por el
pañuelo, mi cuerpo se llenaba de sensaciones de sentir su olor, sudaba y en
este caso no de calor, sino de la emoción de haber soñado este mágico momento y
poder vivirlo en mí.
Me descalcé para adentrarme por el camino que me llevaba a él. Sentía como
me acercaba por su brisa, por la música de sus olas y el sol que calentaba mi
piel. Mis primeros pasos por la arena de la playa fueron como un cosquilleo que
recorrió todo mi cuerpo de abajo a arriba.
Ruth me guiaba con sus manos y yo seguía con los ojos vendados. Me senté
en la arena y en ese momento me quité la venda de los ojos… ahí estaba mi MAR,
ese mar tan soñado y tantas veces contemplado en fotografías y películas. Era para mí, ese MAR azul estaba delante de mí y yo lo vivía con una
sonrisa que en momentos se convertía en carcajada… latía para mí, yo era el
motivo de sus olas, así me sentía… me
levanté y corrí de alegría, me estiré y di vueltas sobre mí, era tanto lo que
mi alma deseaba el momento que mi cuerpo lloraba de alegría. Fué el
momento de entrar en el agua… sensación increíble para una mujer de mi edad que
veía como su cuerpo se sumergía en una gran piscina sin final. Estaba en el mar Mediterráneo, en la Costa Brava donde por fin pude cumplir mi sueño. Mi mar cubrió todo mi cuerpo sin pensarlo, bajo la atenta mirada de tantas personas
que me observaban, pero yo estaba en mi mundo, estaba en mi sueño.
Salí y entré del agua una y otra vez como si de un niño se tratase, era mi
deseo más oculto desde que tenía uso de razón. Llegó la tarde-noche y ahí
seguía yo rebozándome en la arena después de mis últimos baños del día.
Me volví a sentar y contemplé la puesta de sol al tiempo que medité sobre
tan bella y pura sensación. Mi cuerpo se estremecía de escalofríos… mis manos se
hundían en la arena igual que mis pies, mis ojos se colmaban de luz viendo como
el sol se despedía después de iluminar mi mágico encuentro con el MAR, en un
día de verano donde pude sentir que tenemos grandes cosas que no sabemos
apreciar, ya que vivimos intensamente de
una manera equivocada.
No tengo palabras para explicar todas mis sensaciones vividas, pero espero
poder transmitiros que valoremos más la belleza que tenemos ante nosotros y que
la respetemos como si fuese una extensión de nosotros mismos.
Aún hoy cuando recuerdo mi primer día de MAR, noto en mi las sensaciones
vividas… mi cuerpo se estremece como si algo mágico me acariciase…
Cada vez lo haces mucho mejor, en este relato puedo sentir las emociones de la protagonista.
ResponderEliminar