Hoy Paula está preciosa.
Nos hemos vuelto a ver después de un tiempo. Todo
fue muy rápido la primera vez, estoy atacado de nervios. Su sonrisa me cautiva
desde el minuto uno. Un vestido ceñido marca su silueta trabajada por el
gimnasio. Su media melena castaña clara bien peinada la convierte en una de las
mujeres más elegantes que he conocido.
Esta mañana a primera hora me envió un mensaje
pidiendo que nos viésemos cuanto antes. He reorganizado mi agenda de la tarde y
aquí estoy contemplando s belleza mientras ella atiende una llamada en el
móvil. No conozco este lugar, es una cafetería muy agradable que está en el
centro de la ciudad, pero, en una calle poco transitada. La decoración hace
honor al café, veo en sus paredes fotografías de cafetales, estanterías con
sacos de café que se suponen llenos. Molinillos de café, una estantería con
libros relacionados con el café, una estantería acristalada con una especie de
colección de tazas de café donde se pueden ver maravillas de porcelana.
El local está compuesto por mesas antiguas de madera con sillas todas diferentes mostrando el esplendor que en su día tenían y dos rincones donde los sofás con mesas bajas dan un ambiente más cálido y acogedor.
El local está compuesto por mesas antiguas de madera con sillas todas diferentes mostrando el esplendor que en su día tenían y dos rincones donde los sofás con mesas bajas dan un ambiente más cálido y acogedor.
Mientras inspecciono el precioso local no pierdo
de vista a Paula, ella también me sigue con su mirada, viendo que nuestra conexión es total. Por suerte hay
poca gente a esta hora y por gestos le sugiero que cambiemos de mesa y nos
instalemos en uno de los sofás. Se levanta y atenta a su conversación se deja
guiar por mi mano. Se despide del interlocutor
de la llamada y nos abrazamos con tanta pasión que nos olvidamos donde estamos.
Los nervios se calman mientras sincronizamos nuestra respiración en un abrazo
de un par de minutos donde al final conseguimos respirar al unísono.
-
Juan
Carlos tengo que explicarte muchas cosas, pero lo más importante es que me he
divorciado.
-
Paula,
¿por qué no me lo has dicho antes? Me hubiese gustado estar junto a ti en este
delicado momento.
-
No te
preocupes, estoy bien. No ha sido fácil, pero no quería molestarte. Tú ya
tienes algunos problemas
-
Bueno,
pues cuéntame cómo estas.
Paula me explica que Roberto en ningún momento
aceptaba el divorcio como una posibilidad a tener en cuenta. Él estaba
dispuesto a todo para mejorar su relación, pero no aceptaba que ella no quisiese
estar con él aun diciéndole que no lo quiere. Ha sido una lucha emocional llena
de chantajes donde la protagonista ha sido su hija de 20 años. Todavía sigue
insistiendo que vuelva con él, pero Paula tiene claro el paso que ha dado. Su
hija la entiende y la apoya en todo. Ahora su relación con ella ha mejorado.
Paula sigue explicándome:
-
Estoy
tan feliz que haber conseguido mi objetivo, quería compartir mi felicidad
contigo. ¿sabes que pasa?
-
Dime.
-
Veía
como mi vida se consumía y no quería vivir con tantas limitaciones, soy una
aventurera, me gusta relacionarme con la gente y ahora que mi hija empieza a
vivir su vida no puedo permitirme vivir una vida que no me pertenece. Ya sabes
que desaparecí dando pocas explicaciones. No quería más motivos que ver mi
infelicidad con mi pareja. Y ahora que todo ha pasado me moría de ganas de
verte.
-
Ufff,
me dejas impresionado Paula. No quise agobiarte cuando me dijiste que
necesitabas tu tiempo para volvernos a ver, pero ahora lo entiendo y sé que
todo tiene su curso, y todo sucede por algo. Y me parece fantástico que lo has
hecho sin ningún condicionante.
Nos
pasmos toda la tarde poniéndonos al día. Risas, café, vino… son de esas tardes
que cuando miras el reloj te das cuenta que las horas se consumen a un ritmo
poco habitual. Decidimos ir a cenar a un lugar cercano que los dos conocemos.
En esas pocas horas es como si no hubiesen pasado esos cuatro meses que
habíamos dejado atrás.
La cena
transcurre con la misma dinámica de la tarde, hablamos de nuestros hijos, del
trabajo de algún conocido en común y ya llega la hora de ir abandonando el
lugar. Quedan solamente tres mesas a parte de nosotros. Pago en la salida
mientras Paula va al baño. Al ver que tarda aprovecho para ir yo al lavabo.
Justo en
ese momento Paula sale y sin pensarlo me abraza y me besa con pasión. Estamos
en el descansillo que une los tres lavabos, el de caballeros, el de damas y el
de minusválidos. Es uno de esos besos donde nuestros cuerpos se funden en la
pasión del momento olvidando donde estamos… como dos adolescentes aprendemos a que sabe el amor. Sensaciones
quizás olvidadas debido al trepidante ritmo de nuestras vidas. Juntos paramos
los relojes. Nuestra saliva se mezcla mientras las manos no cesan de acariciar
al otro intentando llegar a la piel y sentir esos escalofríos que nos provoca
el deseo acumulado de tantos meses sin saber nada el uno del otro.
Cesamos en el beso mientras entramos dentro del
lavabo de minusválidos. Repetimos beso mientras mis manos se posan dentro de su
camisa para desabrochar el sujetador y liberar sus pechos. Pezones erectos que
acaricio mientras mi lengua recorre su cuello, su cabeza apoyada en la pared,
totalmente entregada a mi deseo y
caricias… abro la camisa de un golpe seco donde los botones resuenan al
caer al suelo de parquet que hace más cálido nuestro lugar iluminado con luces
indirectas que se reflejan en baldosas blancas de cerámica.
Paula, mientras yo recorro con mi lengua sus
pechos liberados unos segundos antes, ha conseguido desabrocharme el pantalón y
sin mediar palabra se desliza hacia abajo por la pared hasta arrodillarse. No
recordaba el placer de su lengua en mi falo completamente erecto, mis piernas
se tambalean al ritmo que marca su lengua… la desliza suavemente desde la punta
hasta mis testículos. Se entretiene libremente en mi sexo mientras estiro mis
brazos para apoyarme en la pared y no perder la estabilidad. Mirando hacia
abajo sorprendo su mirada sin que deje de saborear en ese justo momento la
punta de mi miembro. Sus manos clavadas en mi trasero marcan el ritmo de
entrada y salida del manjar en su boca.
Recuperando mi equilibrio la levanto delicadamente, dejo caer su falda
encima de sus zapatos de tacón y con la
locura en mis manos la giro para penetrar su sexo desde atrás.
Apoyada en el mueble del baño retiro levemente su
tanga rojo de encaje mientras nos
deshacemos en el placer de la penetración justo en el momento qué nos miramos a
través del espejo. Sus silenciosos gemidos contrastan con mis enérgicas
empotradas donde la piel de Paula se eriza justo cuando me regala su orgasmo.
Con una mano la sostengo para no separarla del cuerpo y con la otra domino
levemente su torso al hacer mía su media melena. Excitadísima y disfrutando
todavía su orgasmo se gira para decirme que nos tendríamos que ir del
restaurante… nos intentamos vestir el uno al otro mientras nuestras bocas
siguen encendidas en la pasión de vivir nuevamente la buenísima conexión que
siempre tenemos.
Sonrisas y miradas mientras por fin a medio metro
de distancia logramos vestirnos y abandonar cuanto antes el baño con una
sensación de que nos van a pillar in-fraganti
. Paula se pinta rápidamente los labios
y me besa justo después sabiendo que el sabor a carmín no va conmigo.
Al salir al descansillo del wc está todo
controlado, no hay nadie. En la sala todavía están las tres mesas y pasamos
desapercibidos al despedirnos del jefe de sala que nos saluda amablemente con
una sonrisa. Al dejar atrás la puerta del
restaurante nuestra carcajada cómplice nos plantea una sola cuestión que
pronunciamos los dos a la vez.
-
¿Se
habrán dado cuenta?
-
Ahora
qué más da Paula, sonrío yo de nuevo
-
Si,
si, ha sido genial, ¿Dónde dormimos hoy? ¿En tu casa o en la mía?
Bonito encuentro.
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