domingo, 1 de octubre de 2017

Estoy deseando llegar a casa y sentirla mía.

    A las 21:30 en punto estaba en la puerta del aeropuerto, venía de un vuelo nacional y allí estaba yo esperándola. Por su trabajo Cayetana viajaba buena parte de su jornada laboral, es una alta ejecutiva que se ha hecho a ella misma. Los dos somos personas libres, pero muy ocupados, por ese motivo nos cuesta bastante cuadrar agendas.

    Me acaba de confirmar con un mensaje que ya está cerca de la puerta donde la espero cuando por un motivo u otro la recojo en el aeropuerto. Estoy deseando volver a verla. He reservado mesa para cenar en el mejor restaurante de la ciudad, los dos somos de buena mesa.

   Ahí la veo aparecer, está preciosa, una blusa blanca, falda de tubo negra, medias y unos tacones de infarto (cómo siempre). Su sonrisa al verme es preciosa, le sonrío yo también. Bajo para acompañarle con la maleta de mano. Automáticamente nos fundimos en un buen abrazo donde me deleita con su exquisito perfume. Un beso tímido en la boca, unas preguntas breves de rigor y le abro la puerta para que suba al coche (le encantan estos  detalles de galán).

    Camino al restaurante nos ponemos al día de nuestros trabajos, su energía sexual es brutal, noto su deseo y sé que ella el mío. Nos miramos con sendas sonrisas, me toca la pierna  mientras me habla, Cayetana es de contacto, y yo aprovecho para acariciar su mano de delicados y largos dedos. La pasión corre por nuestra piel, recuerdo nuestro último encuentro donde ella me regaló un número incontable de orgasmos. Su condición multiorgásmica es un valor añadido a su sexualidad y su elegancia.

    Llegamos al restaurante, el aparca coches le abre la puerta, la recojo con mi brazo que rodea su espalda, nos besamos tímidamente antes de entrar, nuestra pasión y ganas de tenernos nos regala un nuevo beso. Al entrar al restaurante las miradas se centran en la figura de Cayetana, su caminar elegante calzado en sus zapatos de tacón y su sonrisa provocan las miradas tanto de los hombres cómo de las mujeres.

    Acomodados en la mesa de siempre, Cayetana empieza sus miradas morbosas. Recorre sus labios rojo intenso con su lengua ensalivada, mientras su mano se posa sobre la mía.
-       Héctor, estoy muy muy húmeda. Necesito sentir tu pene dentro de mí.(lo susurra mientras su mirada se apodera de mí).
-       Cayetana por favor vamos a cenar, me acabas de poner durísimo.

    Noto su pie entre mis piernas, le encanta provocarme y su osadía y morbo no tiene límite. No le importa que el camarero nos esté tomando nota, ella sigue acariciando mi pene con su desnudo pie. Tengo que incorporarme para estar completamente debajo de la mesa para que nadie vea el pie de Cayetana acariciándome al taparme completamente con el mantel elegante de la mesa.

    Se marcha el camarero, y su sonrisa se convierte en una carcajada picara que hace que la mesa más próxima nos observen. Su juego acaba de empezar, y yo estoy deseando ver cuál es la locura de hoy. Su mente privilegiada crea situaciones realmente morbosas donde controla hasta el último detalle.

    Se levanta de repente y se va al baño. Su sonrisa la delata, antes de encaminarse al baño me besa intensamente y me susurra “estate pendiente del móvil” y se aleja sin más.

    Obedezco y en ese justo momento entra un mensaje de Cayetana “quiero me penetres”. Me vuelve a poner mi verga completamente tiesa. Siempre sabe cómo captar mi atención. Siguiente mensaje acompañado de una foto “estoy en el baño de los minusválidos, clávamela por detrás”.
Quiero complacerla y me levanto rápidamente para satisfacer su deseo, antes de levantarme, saco mi camisa por fuera del pantalón para disimular al máximo mi erección.

    La puerta está sin cerrojo, sabiendo Cayetana que no iba a tardar en complacerla. Tal y cómo entro nos miramos a través del espejo, no se inmuta, abre sus piernas mientras yo bajo su braguita para poder penetrarla desde atrás. Compruebo que está bien húmeda, bajo mis pantalones, dejo caer mis bóxer, se inclina para que mi verga entre fácilmente. Con mis manos en sus pechos la sostengo para que no se golpee contra el espejo del baño, empieza su ronroneo, va subiendo el tono de sus gemidos. La muevo delicadamente mientras ella se inclina y mueve su precioso culo hacia mí, me clava sus glúteos en mí.

    Se gira levemente me susurra “no pares Héctor, sigue así y me correré de seguida”, sus gritos de placer aumentan y me veo obligado a introducir mi mano en su boca para evitar que nos descubran. Muerde intensamente mi mano mientras sus manos clavadas en el espejo hacen de tope a las empotradas que le propino buscando el rápido orgasmo que está por llegar. Su mirada reflejada en el espejo me incita a acelerar el ritmo de mis embestidas… Clava su dentadura en mi mano al tiempo que mueve su pelvis a mi ritmo, se deja caer sobre el frio mármol del baño. Es momento de parar, esos segundos de extremo placer al sentir cómo su cuerpo se estremece de tan intenso orgasmo. La abrazo desde atrás unos segundos… noto su corazón latir, se incorpora lentamente sin retirar mi miembro de su interior… aceramos nuestras bocas con el giro de nuestros cuerpos y nos fundimos en un beso de intercambio de saliva… finalizando el beso me retira dulcemente… nos miramos y nos abrazamos, la lleno de besos en el cuello, ella me acaricia suavemente… nuestras manos viajan por nuestros cuerpos, caricias llenas de pasión. Cayetana se inclina y me deleita con su lengua que recorre mi pene todavía erguido. Escupe su saliva en mi verga, sabe que me excita, y no para de mover su lengua hasta que le indico que voy a correrme… Le encanta tragarse mi semen, dice que es un agridulce muy sabroso, y mientras me corro su boca se acopla para que el semen entre dosificado por su garganta. Acaricio su pelo mientras se relame todavía arrodillada ante mí, levanta su cabeza, nos miramos y sabemos que toca vestirnos. Sin dejar de besarnos, besos con sabor a sexo, nos vamos acicalando la ropa rápidamente para casi a la par, nos miramos en el espejo, y decimos “estamos divinos” La invito a salir primero, me dedica una última sonrisa al abrir la puerta y alejarse. Espero dos minutos y antes de abandonar el baño recibo un nuevo mensaje suyo “quiero más”.


    En la mesa no comentamos nada, nos han colocado otra pareja muy muy cerca de nosotros y tenemos que ser correctos. Ella es mi zorra en la cama y yo su cabrón, pero siempre unos señores correctos y elegantes. 

                                    Estoy deseando llegar a casa y sentirla mía.

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